El Imam Musa Al-Kadhim (P) fue el séptimo Imam, tras la muerte de su padre Ya’far As-Sadiq (P). Se lo conoció como “Al-Kadhim”, -el que reprime su enojo-, por su gran paciencia ante las dificultades que tuvo que soportar. Nació en una localidad ubicada entre Meca y Medina llamada Abu’ua, y su madre fue Hamidah al-Andalusiyyah (la Andaluza).
Vivió veinte años junto a su padre y luego asumió el Imamato por orden Divina y designación expresa de sus antecesores. Su Imamato duró treinta y cinco años, durante los cuales convivió con el gobierno de los califas Abbásidas Al-Mansur, Mahdi, Hadi Y Harun Ar-Rashid. Este último fue quien lo hizo apresar y finalmente lo mandó a envenenar mientras estaba en la cárcel. Fue enterrado en Bagdad, en un cementerio usado por los Quraishitas para los nobles de Bani Hashim, llamado “Maqbir Quraish”, lugar que hoy se conoce con el nombre de “La Puerta de las necesidades”.
El Imam Al-Kadhim (P) se dedicó a enseñar en Medina hasta el momento en que fue encarcelado. Se dice que él era el más noble de los hijos de Ya’far As-Sadiq (P), el más sabio, desapegado, escrupuloso en las normas religiosas y devoto de las personas de su tiempo. Pasaba sus noches rezando y alabando a Dios, muchas veces hasta el alba, e incluso hasta el mediodía. Solía repetir: “¡Oh Dios! Te pido tolerancia en el momento de la muerte y el perdón el Día de la Resurrección”.
Acostumbraba a llorar por temor a Dios hasta el punto que su barba se mojaba con sus lágrimas.
Era el que poseía mayor conocimiento en jurisprudencia islámica, el más noble de espíritu y el más generoso. Era muy amable con su familia y sus parientes. Solía repartir abundantes limosnas.
Solía visitar a los pobres durante la noche, cubriendo sus necesidades sin que ellos supieran de dónde les llegaban las provisiones. Solía viajar siempre con 200 o 300 dinares para repartir en caridad.
Se reporta que él era el más versado de los eruditos en el Libro de Dios y el de mejor voz para su recitación. Dicen que cuando él lo recitaba, la gente se detenía a escucharlo, se ponía triste y lloraba por el efecto que tenía en ellos.
Encarcelamiento y martirio del Imam Musa Al-Kadhim (P)
Harun Ar-Rashid contaba entre sus colaboradores con Yahia Ibn Jalid. Sin embargo, le confió el cuidado de su hijo a Ya’far Ibn Muhammad Ibn Al-Ash’ath, lo cual preocupó a Yahia Ibn Jalid, pues si el hijo de Ar-Rashid asumiera luego el califato, él perdería poder. Para ganarse más la confianza del califa, Yahia sabía que tenía que entregarle a Musa Ibn Ya’far (P) y entonces buscó la manera de hacerlo. Averiguó quién de los parientes de Musa (P) estaba necesitado de dinero y le envió una suma a fin de comprar su favor. El sobornado fue ‘Ali Ibn Ismail, hijo de Ismail (el hijo mayor de Ya’far As-Sadiq), quien era sobrino del Imam Al Kadhim (P). Luego de enviarle dinero, Yahia le pidió a ‘Ali Ibn Ismail que se presentase ante Ar-Rashid. Musa (P) se enteró del viaje de su sobrino, y fue a verlo para que desistiera del mismo. El Imam le ofreció hacerse cargo de todas sus deudas y darle todo lo que aquel precisaba, pero ‘Ali igualmente se preparó para viajar a Bagdad. Entonces el Imam le dio 300 dinares y 400 dirhames, y le dijo: “Teme a Dios y no des ninguna declaración en contra de mis hijos”. Cuando él partió, Musa (P) les dijo a los presentes: “¡Por Dios! El hará un complot contra mi sangre, y declarará en contra de mis hijos”. Entonces le plantearon: “¿Y por qué le diste regalos y fuiste tan generoso con él?” Contestó: “Pues mi padre me dijo, sobre la autoridad de mis ancestros, que el Mensajero de Dios (BPD) expresó que cuando el clan se separa, deben ser atraídos y retornados a la unidad, y si alguien se separa definitivamente, entonces Dios se separará de él. Yo quise atraerlo después de haberse separado de mí, porque de hacerlo, Dios se separaría de él”.
Entonces ‘Ali Ibn Ismail habló con Yahia, y éste se lo transmitió a Ar-Rashid, adicionándole algunas cosas. Luego él mismo se presentó ante Harun Ar-Rashid y le informó que su tío Musa (P) recibía grandes cantidades de dinero de todas partes del país. Le narró que cierta vez pidieron al Imam Musa (P) 30.000 dinares por la compra de una casa y que al entregársela quisieron la suma en otra clase de moneda, accediendo el Imam a dicho pedido, se la otorgó de inmediato. Con esto quería demostrarle que el Imam (P) poseía un gran poder económico, con el cual hacía peligrar su califato. Esta era la excusa que el califa precisaba para encarcelar al Imam. En agradecimiento, hizo entregar 2.000.000 de dirhames a ‘Ali Ibn Ismail, pero él se enfermó y murió antes de poder disfrutar de su recompensa.
Ese mismo año Harun partió hacia la Peregrinación, pasando primero por Medina. Allí hizo arrestar a Musa (P) y lo envió en una carroza a Basora, mandando otra carroza a Kufa para confundir a sus seguidores. En Basora, el Imam estuvo bajo el cuidado de ‘Isa Ibn Ya’far Al-Mansur, quien lo vigiló durante un año. Entonces Ar-Rashid le pidió la sangre de Musa (P) y él le contestó: “El asunto de Musa Ibn Ya’far (P) y su detención ha durado ya un largo tiempo. Me he informado bien de su situación. He puesto espías alrededor suyo durante todo este tiempo, y no he hallado nada en él, excepto su voz en la adoración. Ordené que se escuchasen sus plegarias, y él nunca oró contra ti ni contra mí. Nunca nos mencionó con malicia maldiciéndonos. El sólo pedía para sí mismo la merced y el perdón. Si tú no envías a alguien a quien yo pueda entregárselo, lo dejaré en libertad. Me siento muy mal con su detención”.
Se reporta que uno de los espías de ‘Isa Ibn Ya’far lo escuchaba suplicar frecuentemente: “¡Oh, Dios! Tú sabes que yo solía pedir tiempo libre para adorarte. ¡Oh, Dios! Tú me Has brindado esto. Tú debes ser alabado”.
Luego Ar-Rashid hizo que Musa Ibn Ya’far fuese a Bagdad, al cuidado de Al-Fadhl Ibn Arrabi’. Posteriormente, Ar-Rashid le pidió que eliminara al Imam, para lo cual se negó. Por lo tanto pasó al cuidado de Al-Fadhl Ibn Yahia Ibn Jalid quien había planeado su arresto. Al-Fadhl Ibn Yahia ordenó que vigilasen al Imam Musa Al-Kadhim (P) puesto que rezaba toda la noche y ayunaba casi todos los días, que solía realizar súplicas y recitar el Corán, y que casi siempre su rostro se encontraba en el mihrab, en la orientación del rezo. No vio nada reprochable en el Imam, por lo que hizo que lo tratasen bien y que él estuviera cómodo.
Cuando Ar-Rashid se enteró de esto, hizo que Al-Fadhl fuese destituido y azotado, y luego lo hizo maldecir por todos en su corte. Esto prácticamente implicaba una condena a muerte, por lo que su padre Yahia Ibn Jalid se escondió detrás del califa y amenazándolo, hizo que se retractara. Yahia le dijo que se haría cargo del asunto. Entonces fue a Bagdad y le dejó instrucciones precisas a Sandi Ibn Shahik respecto del Imam Musa Al-Kadhim (P). Hizo que un grupo de eruditos se presentara para atestiguar que el Imam estaba bien tratado. Luego ordenó que lo envenenaran. El Imam murió tres días después. Entonces trajo a otro grupo de juristas y hombres notables de Bagdad para que atestigüen que el cuerpo del Imam carecía de heridas y huellas de estrangulamiento, queriendo demostrar que había muerto en forma natural.
Como había un grupo de gente que decía que Musa Al-Kadhim (P) era el Mahdi esperado, y que su encarcelamiento era la ocultación, ordenaron colgar el cuerpo del Imam en el puente de Bagdad anunciando su muerte. Decían: “Este es Musa Ibn Ya’far, quien los rafiditas (shiítas) reclamaban como el último Imam, el que no moriría. Vengan y véanlo”. Luego que toda la gente se acercó a verlo, fue enterrado en el cementerio de Bani Hashim.
Los hijos del Imam Al-Kadhim (P)
El Imam Musa Al-Kadhim (P) tuvo un total de treinta y siete hijos, diecinueve varones y diecisiete mujeres. De todos, el más digno fue ‘Ali Ar Rida (P). Su madre era una esclava traída del Magrib por un hombre, que a pesar de estar ella enferma y débil, no la quería vender. El Imam envió a uno de sus seguidores a comprarla al máximo valor que le pidiesen. El hombre la vendió, pero pidió informaciones sobre Al-Kadhim (P). Su seguidor sólo le dijo que era de Bani Hashim. El hombre le dijo: “Cuando adquirí esta esclava en una remota región del Magrib, una mujer de Ahlul Kitab (la gente del Libro, es decir los judíos o cristianos) me dijo que ella no era apropiada para mí, pues estaba destinada a dar a luz a un hombre incomparable, sin igual en el oeste ni en el este”. Ella dio a luz a ‘Ali Ar Rida, el Imam que lo sucedería. Sin embargo, como ya expresamos, un pequeño grupo de shiítas consideraban que Musa Al-Kadhim (P) era el “Mahdi Prometido”, y en consecuencia era el último Imam. Ellos fueron conocidos con el nombre de “waqifitas”, y no reconocieron a otro Imam después de Musa Al-Kadhim (P). Sin embargo, la gran mayoría de la shi’ah siguió al Imam Ar Rida (P).
Las virtudes del Imam: Su dádiva y generosidad
El Imam no miraba al mundo como su meta, y cuando ahorraba algún dinero, le complacía con este, ayudar a los demás, dar tranquilidad a las almas inquietas, saciar al hambriento y vestir al desnudo:
Muhammad Ibn ‘Abdullah Bakri comenta: “Me encontraba en una situación económica muy penosa y para poder pedir un préstamo a alguien, fui a Medina, pero por más que toqué una y otra puerta, no obtuve respuesta. Estaba muy cansado, me dije a mí mismo que fuera a ver a Abu Al-Hasan -Musa Ibn Ya‘far (P)-, y me quejara de la situación por la que estaba pasando. Preguntando, lo encontré trabajando en una plantación que se encontraba en uno de los pueblos en las cercanías de Medina. El Imam se me acercó y comimos juntos; cuando terminamos, preguntó:
‘¿Me querías contar algo?’.
Le relaté lo que sucedía. El Imam se levantó y se dirigió a una habitación que estaba a un lado de la plantación, regresó trayendo consigo trescientos dinares. Habiendo conseguido lo que buscaba, subí a mi montura y regresé”.
‘Isa Ibn Muhammad que había llegado a los noventa manifestó: “Un año había yo sembrado melón, pepino y calabaza; se acercaba la fecha de la cosecha cuando la langosta terminó con toda mi cosecha y yo sufrí una pérdida de ciento veinte dinares. En esa misma época el Imam Al-Kadhim (P) -que parecía estar al pendiente de cada uno de nosotros los shiítas- vino a visitarme, me saludó y me preguntó como estaba; le respondí:
‘La langosta terminó con toda mi cosecha’.
Preguntó: ‘¿Cuánto perdiste?’.
Respondí: ‘Sumando la pérdida de los camellos, ciento veinte dinares’.
El Imam me entregó ciento cincuenta dinares.
‘Vos sois un hombre que trae consigo la abundancia, venga a mi plantío y pida por mi tierra’. Le propuse.
El Imam vino, suplicó y dijo: ‘Ha sido narrado por el Profeta que no dejen las tierras y propiedades que fueron dañadas’.
Regué nuevamente esa tierra y Dios le dio abundancia y tanta cosecha, la cuál vendí en diez mil monedas.
Su sumisión, paciencia e indulgencia
La tolerancia y remisión del Imam eran inigualables y ejemplo para los demás.
El título de “Al-Kadhim” que le dieron a este gran hombre, muestra las virtudes y fama de su “kadhm” que significa: alguien que restringe su ira, es sumiso e indulgente.
En los días en que los ‘abbásidas habían originado un ambiente sofocante en todo el mundo islámico, quitaban a la gente sus pertenencias diciendo que eran parte de los impuestos y lo malgastaban; la gente sufría una gran pobreza y en general era inculta e indigente; la propaganda de los ‘abbásidas en contra de los alawitas, seguidores de ‘Ali (P), contaminaba las mentes ingenuas de la gente; de vez en cuando algunos por ignorancia se enfrentaban al Imam, pero éste con su buen carácter los calmaba, y con su educación y seriedad, los ilustraba.
Había un hombre, hijo del segundo califa, que vivía en Medina y constantemente molestaba al Imam, inclusive lo insultaba. Algunos de los seguidores del Imam, le propusieron matarlo, pero el Imam se opuso terminantemente a tal proposición.
Un día el Imam preguntó el lugar donde se encontraba la finca de ese hombre. Subió a su montura y se dirigió hacia allá. Lo encontró en su plantación; entró a su labranza montando su caballo.
El hombre gritó: “¡No destruyas mi plantación!”.
El Imam sin ponerle atención continuó su camino; y cuando llegó a donde se encontraba este hombre, bajó de su montura, entonces con una sonrisa en sus labios y con honor le preguntó: “¿Cuánto has gastado en esta plantación?”
Respondió: “Cien dinares”.
“¿Que tanto esperas que te remunere?”.
“No tengo conocimiento del futuro”.
“¿De qué tanto tienes esperanzas?” Volvió a preguntarle el Imam.
“Tengo la esperanza de doscientos dinares”. Replicó el hombre.
El Imam le entregó trescientos dinares y le dijo:
“La cosecha es tuya; Dios te hará llegar aquello que esperas”.
El hombre se levantó y besó la cabeza del Imam y le pidió que perdonara sus insultos. El Imam sonrió y regresó…
Al siguiente día el hombre se encontraba sentado en la mezquita, cuando el Imam entró a ésta. En el momento que vio entrar al Imam dijo: “Dios es el más conocedor y sabe a quién debe entregar Su mensaje”. (Queriendo insinuar que el Imam Musa Ibn Ya‘far (P) en realidad es merecedor del puesto del Imamato).
Sus amigos asombrados preguntaron: “¿Que sucedió? ¡Antes hablabas mal de él!”.
El hombre nuevamente pidió por el Imam y sus compañeros, molestos, se apartaron de éste.
El Imam dijo a sus seguidores que le habían propuesto matar al hombre: “¿Cuál es mejor: vuestras intenciones o el que yo lo haya traído al buen camino con mi comportamiento?”.
Fuentes:
http://islamoriente.com/content/library/vida-del-imam-musa-ibn-yafar-al-kadzim-p-el-s%C3%A9ptimo-de-los-inmaculados-imames
https://www.baiatullah.org/
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Asoc. Comunidad Islámica “Ahlul Bait” Bolivia